domingo, 17 de mayo de 2020

El bien interno de las profesiones, la profesión de docente universitaria

Como segundo tema del curso online ¿Transversalización en la Universidad?. Promoción de la ética profesional y la sostenibilidad mediante la inclusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que estoy cursando, esta semana nos han sugerido una reflexión sobre las profesiones, nuestro papel como formadores para esas profesiones y, en conexión con esas ideas, una reflexión en torno a nuestra propia profesión.

Más que pararme a comentar cada aspecto del material que nos han compartido para este trabajo y que creo que no es público, prefiero comentar directamente algunas ideas que me ha sugerido el material.

TRABAJO vs. EMPLEO

Para hablar de profesiones, me parece importante diferenciar entre trabajo y empleo. Las profesiones están vinculadas al empleo, que es solo una de las maneras de satisfacer algunas de nuestras necesidades, y no es precisamente de los mejores satisfactores.

Fuente: Wikipedia (J. Finkelstein, trad. M. Salazar)
Aunque en el tema de las necesidades humanas la teorización más conocida es la pirámide de Maslow, no es la única perspectiva. Maslow propuso que primero se tienen que satisfacer las necesidades de la base de la pirámide, y así, poder ir subiendo en la escalera hacia necesidades menos relacionadas con la supervivencia. Así, las necesidades fisiológicas quedan totalmente desvinculadas de las necesidades de autorrealización. 

Esta base ha servido para toda una serie de acciones, entre otras, para la psicología del consumismo y de la publicidad. Sin embargo, hay propuestas mucho más interesantes que recogen la complejidad humana de forma más rica y que tienen mucha mejor base teórica y de investigación. 

En nuestros trabajos de investigación, optamos por la propuesta de Manfred Max-Neef, que plantea que las necesidades humanas son más o menos parecidas en todas partes, y pueden expresarse de la siguiente manera: subsistencia, protección, afecto, libertad, ocio, creación, entendimiento, participación e identificaciones (Max-Neef, Elizalde & Hoppenhayn, 2008). Lo que es diferente y diverso es las formas de satisfacer estas necesidades. Podemos satisfacer cada una de estas necesidades de forma separada, pero esto puede ser destructivo, tanto para una misma como para el entorno social y natural. Por ejemplo, si mi necesidad de ocio la satisfago de forma aislada, puedo caer en un ocio destructivo para el entorno como, por ejemplo, el turismo egocéntrico y depredador. Lo interesante sería satisfacer nuestras necesidades de forma compleja, autónoma e interdependiente, que sería, por ejemplo, que mi forma de trabajar esté equilibrada de tal manera que no necesite salir del trabajo con una actitud depredadora, que es lo que pasa muchas veces con el empleo ("necesidad de desfogarse").

Max-Neef, Elizalde y Hoppenhayn explican también otro concepto relevante en relación a las necesidades, que son las pobrezas, en plural. Al contrario de la propuesta de Maslow, que jerarquiza y ordena las necesidades, proponen que la no satisfacción de cualquiera de las necesidades humanas genera pobreza. Podemos tener pobreza de afecto, pobreza de participación, pobreza de creación...

El empleo delimita el tiempo que hay que dedicar a la obtención de fuentes económicas con las que satisfacer las necesidades humanas. El sistema capitalista sitúa el empleo en el satisfactor primario de todas las necesidades (así lo expresan también desde el neoliberalismo: lo importante es "crear empleo", por lo que los gobiernos deben ayudar a los empresarios en esa tan ardua y delicada labor). 

Sin embargo, si pensamos bien cómo satisfacer nuestras necesidades, sin dar por hecho que necesitamos un empleo, vemos que a lo mejor necesitamos una cierta cantidad de dinero que tenemos que obtener, pero que la mayor parte de las necesidades las podemos satisfacer por otros medios, como formas de ayuda mutua, intercambios, cuidados comunales...

El bien interno de las profesiones

Bueno, en realidad el tema era este, pero me parece imprescindible partir de lo anterior sobre las necesidades humanas.

Hablar del bien interno supone que las profesiones son, en sí, buenas o beneficiosas, tanto para la sociedad como para una misma, algo bastante cuestionable, teniendo en cuenta cómo se ha forjado el concepto de "profesión" en sí y hacia qué mundo nos ha llevado.

¿Son las profesiones buenas herramientas para satisfacer necesidades de forma compleja? Como tan bien señaló Iván Illich, en realidad las profesiones son inhabilitantes, al provocar que seamos capaces de hacer solo aquellas cosas que se nos han asignado dentro de nuestra profesión, en una hiperespecialización que nos ciega en la comprensión de la complejidad del mundo. 

Tal vez habría que revisar la propuesta del fin de la Edad de las Profesiones, augurada en 1977 por Illich (versión en castellano de 1981), pero que no llegó, "una era en la que la gente remite todo poder sobre su vida en manos de profesionales que publicitan cada solución nueva a un “problema” diagnosticado por ellos como algo desconocido mejor que todo lo bueno conocido" (Robert, s.f.). "Afirman poseer una autoridad especial e incomunicable para determinar no sólo la forma en que hay que efectuar las cosas, sino también la razón por la que sus servicios son obligatorios" (Illich, en Robert, s.f.).

Así, las profesiones nos llevan a buscar una respuesta a cada uno de los problemas que tenemos que afrontar, tales como las desigualdades sociales, la pobreza de subsistencia y protección de millones de personas, la crisis climática o la brecha digital, desde cada disciplina profesional, que ofrece un servicio a la sociedad dando soluciones que proceden del conocimiento profundo de un ámbito muy pequeño.

Esta forma de afrontar los problemas nos está llevando a más capitalismo: un capitalismo verde, capitalismo con rostro humano, capitalismo vegano... todo ello, apoyado en la necesidad de un estado protector. Es decir, la posición de que vamos a resolver los graves problemas que tenemos con más Estado y más Mercado, o sea, la propuesta de la socialdemocracia, que paraliza cualquier transformación real a cambio de unas migajas y la afirmación de que ese es el mejor de los mundos posibles.



Lo que trabaja desde 1995 el Colectivo de Ilusionistas Sociales, desde 2007 UNILCO-espacio nómada y desde 2014 el Seminario de Ilusionistas Sociales es, precisamente, pasar de la seguridad de lo posible a la esperanza de lo imposible, para ir hacia la autogestión colectiva de la vida cotidiana, dinamizando formas de vida que sencillicen las relaciones hacia unas economías populares que no encierren a la gente en empleos precarios y que se vayan encontrando formas colectivas de satisfacer las necesidades humanas desde la complejidad.





La profesión de docente universitaria

Se nos plantea en el curso revisar la profesión de docente universitaria para caminar hacia una universidad que promueva el humanismo y la ecología, la ética y la solidaridad, con actitud de esperanza, insertando en nuestras asignaturas la dimensión social y humana de las profesiones. Se parte de la idea de que en la universidad se preparan los futuros profesionales que van a encargarse de la realidad social, cultural, económica y política, y, por tanto, la docencia universitaria es clave en desarrollar en el alumnado una serie de competencias que fortalezcan o establezcan su compromiso con la realidad.

¿Es acaso la docencia universitaria una profesión que es buena de por sí, como el resto de profesiones, pero que se corrompe por intereses externos o cuestiones extrínsecas a las propias profesiones? En realidad, me resulta una visión un tanto simplista, ya que, al igual que el cuerpo docente de la educación obligatoria tiene la misión de implementar en las niñas, niños y jóvenes la concepción dominante del mundo, para que acepten la posición que les ha tocado y obren en consecuencia (recomendable leer a Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, 1991), el cuerpo docente universitario tiene la misión de formar a las élites intelectuales y políticas, a grupos de poder que pueden tener centralidad o constituirse en loobies.

Cuando personas de clases sociales populares llegan a la universidad como un gran logro social, la universidad se encarga de modelarlas, dotarles de un lenguaje profesional, una estética profesional, un caminar profesional... que hace que se alejen de sus entornos comunitarios y sus formas de comprender el mundo, para formar parte de esas élites (para profundizar en los aspectos sociales de la universidad, puedes leer el trabajo de Carlos Lerena, publicado en 1976). Si comunitariamente se aprende a afrontar los problemas desde la diversidad y el disenso, en la universidad se aprende a liderar y a lograr consensos.

La universidad, para que sirva de algo a la gente (no a las élites o al Poder sino a la gente), tendría que tener una visión humanista, de reintegración de conocimientos y saberes, como plantean Edgar Morin y Carlos J. Delgado (lo expliqué un poco en esta entrada) Desde mi punto de vista, la ética de trabajar en docencia universitaria vendría por reconocer que el conocimiento universitario es solo uno de los innumerables y diversos saberes humanos, por lo que habría que partir de la flexibilización de estructuras, tanto organizativas y jerárquicas como curriculares.

En lugar de pensar que tenemos que introducir en las mentes del alumnado una idea determinada de la moral profesional, un código deontológico determinado o una visión de servicio a la sociedad (servir procede de una relación vertical y asistencialista), tendríamos entonces que empezar a trabajar con y desde las y los estudiantes, desde sus saberes diversos, sus haceres y sus sentires, para ir mostrando formas de dinamizar esos disensos, de manera que no se utilice a la gente para nuestros fines profesionales sino que se aprenda a trabajar con y desde la gente desde los diversos lugares desde donde trabajamos.


Dos ejemplos


Estuvimos el año pasado en una estancia en una universidad de Ecuador invitada para trabajar el tema de la educomunicación y la vinculación de la universidad con su comunidad. En un grupo de investigación habían desarrollado un filtro para purificar las aguas y hacer llegar agua limpia a los hogares de algunas comunidades un tanto remotas donde había un alto índice de fallecimientos por enfermedades asociadas al agua. Este grupo, implicado por la mejora de las condiciones de vida, creó un filtro hecho con unas tierras especiales y un tipo de alfarería que solo podía hacerse en otro lugar de Ecuador y con alto coste, por lo que la universidad dedicaba una parte de su dinero a hacer ese gasto y hacer llegar esos filtros a las comunidades, donde se repartían según los criterios de los líderes de cada comunidad (esto hacía, claro, que estos líderes tuvieran más poder sobre su gente, porque eran quienes decidían a quién dárselos). Este proyecto evitaba muertes pero generaba grandes dependencias, algo que facilita el camino a la corrupción del que se habla en el texto que tan amablemente habéis compartido para esta semana.

Esto, que parece ser una propuesta ética de la Universidad, genera nuevos problemas porque la universidad no ha tenido en cuenta los saberes comunitarios y se ha limitado a utilizar su conocimiento perfecto, que ha impuesto a las comunidades, que tienen que estar agradecidas por tan importante acto de caridad.

En otro proyecto, en San Antón (Cuernavaca, México), en cambio, tras varios fracasos en las formas de mejorar el medio ambiente en las que la UNAM trabajaba con un grupo ecologista con esa perspectiva de "para la comunidad, por su bien", se comprendió que había que cambiar de una idea de servicio a una cogestión, abriendo hacia la autogestión. Así, comenzaron, entre otras acciones, a diseñar esos filtros de depuración, pero en lugar de hacerlos en la universidad lo que se hizo fue trabajar desde los saberes comunitarios para diseñar biofiltros con materiales vegetales existentes en la propia comunidad, de manera que el equipo que trabajó con esta comunidad utilizó sus conocimientos científicos para investigar sobre diferentes biofiltros, formar a la gente de la comunidad en cómo hacerlos y cómo limpiarlos y cambiarlos... junto con otra serie de acciones que salían de la gente (aquí se puede leer un texto sencillo que narra el proceso hasta llegar a ese punto: Morales, Arredondo y Zaragoza, 2009).

De esta manera, la participación de la universidad en esa comunidad fue hacia la autogestión colectiva de la salud y, una vez finalizado el proceso, la universidad podía despedirse de la comunidad porque no había generado esas dependencias ni liderazgos.

A veces, lo que aparenta ser una contribución desde la justicia social, si no se comprenden todos los procesos humanos implicados, puede generar mayor injusticia. Es por eso tan importante que se estudien todas las dimensiones de aquellos ámbitos en los que trabajamos y lo que ocultan.


Referencias bibliográficas

Illich, Iván (1981). Profesiones inhabilitantes. Madrid: H. Blume.

Lerena, Carlos (1976). Escuela, ideología y clases sociales en España: Crítica de la sociología empirista de la educación. Barcelona: Ariel.
Max-Neef, Manfred; Elizalde, Antonio; y Hoppenhayn, Martin (2008). Desarrollo a escala humana. Cuchará y paso atrá', 19, 31-40. https://ilusionismosocial.org/mod/resource/view.php?id=167

Morales, Rodrigo; Arredondo, Emmanuel; Zaragoza, Juan Manuel (2009). La experiencia de San Antón. México. En J. Encina, M.A. Ávila, M. Domínguez, J. Estévez, Al Jiménez y B. Lourenço (coord.), Ilusionismo social (libro-DVD). Colección Democracias Participativas, 7. Sevilla: Atrapasueños. https://ilusionismosocial.org/mod/resource/view.php?id=195

Robert, Jean (s.f). Las profesiones deshabilitantes. El carácter histórico de las profesiones. https://www.ivanillich.org.mx/6profesiones.pdf

Varela, Julia & Álvarez-Uría, Fernando (1991). Arqueología de la escuela. Madrid: La Piqueta.


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